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5 diciembre, 2023

No todo el ejercicio es beneficioso: la paradoja de la actividad física explicada

En la búsqueda de una salud óptima, se recomienda la actividad física regular para proteger contra la demencia, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y otras enfermedades no transmisibles. Numerosas investigaciones indican que los beneficios de la actividad física se correlacionan positivamente con una mayor frecuencia e intensidad, y que cuanto más frecuente, mejor. Esta investigación se ha centrado en aumentar el número de pasos e invertir en escritorios de altura ajustable y otras intervenciones cuyo propósito es mantener activas a las personas.

Pero para muchas personas, la actividad física es un requisito laboral sobre el que tienen poco control y los datos que están surgiendo indican que estos trabajadores no solo no obtienen los beneficios asociados a la actividad física en el tiempo libre, sino que además experimentan un mayor riesgo de padecer las mismas enfermedades que la actividad física pretende prevenir.

En un estudio publicado recientemente en The Lancet Regional Health-Europe se utilizaron datos de registro de más de 7.000 adultos de Noruega, a los que se dio seguimiento desde los 33 hasta los 65 años, para evaluar las trayectorias de actividad física y los riesgos de padecer deterioro cognitivo leve y demencia en etapas posteriores de la vida a la edad de 70 años o más.

“La incorporación de una perspectiva que abarque toda la vida ofrece una visión más amplia de la relación entre el historial laboral de los participantes y el deterioro cognitivo a edades más avanzadas”, dijo a Medscape Noticias Médicas el investigador principal, Vegard Skirbekk, Ph. D., de la Columbia University Mailman School of Public Health, en Nueva York, Estados Unidos. Otros estudios han evaluado la actividad física laboral en un único momento, a menudo cerca del final de la carrera profesional del individuo, y se han basado en gran medida en autoinformes.

Los participantes en el estudio trabajaban en más de 300 puestos diferentes. Las actividades físicas generales realizadas en estos empleos requerían un uso “considerable” de brazos y piernas y mover todo el cuerpo, como trepar, levantar objetos, mantener el equilibrio, caminar, agacharse y manipular materiales.

Skirbekk y sus colaboradores agruparon a los participantes en cuatro trayectorias de actividad física durante el periodo de estudio de 44 años: baja estable, creciente y luego decreciente, intermedia estable y alta estable.

A un total de 902 individuos se les diagnosticó demencia y a 2.407, deterioro cognitivo leve a la edad de 70 años o más. Tras el ajuste, los riesgos de deterioro cognitivo leve y demencia eran de 15,5% para los que tenían puntuaciones más altas de actividad física laboral en la última parte de su vida de trabajo y de 9% para los que tenían menos exigencias físicas. Los investigadores concluyeron que “trabajar constantemente en una ocupación con una actividad física laboral intermedia o alta estaba relacionado con un mayor riesgo de deterioro cognitivo”.

Los resultados corroboraron los del Copenhagen Male Study. En ese estudio longitudinal, publicado en 2020, se comparó la actividad física en el tiempo libre y la actividad física laboral de más de 4.000 hombres de Dinamarca con edades comprendidas entre los 40 y los 59 años al inicio del estudio en 1970-1971 y a los que se les dio seguimiento hasta que cumplieron 60 años. Tras los ajustes, los participantes con una actividad física laboral considerable tenían un riesgo 55% mayor de desarrollar demencia en comparación con los que desempeñaban un trabajo sedentario.

Actividad física buena o mala

Kirsten Nabe-Nielsen, Ph. D., autora principal de este estudio, afirmó: “La guía de la OMS [Organización Mundial de la Salud] para prevenir la demencia y las enfermedades en general menciona la actividad física como un factor importante, pero nuestro estudio señala que debe ser una forma ‘buena’ de actividad física, y el trabajo físico duro no lo es”.

Aparte de la demencia, otro estudio reciente se suma a la gran cantidad de datos sobre las asociaciones entre la actividad física laboral y los riesgos cardiovasculares. El análisis transversal de los datos estadounidenses del National Institute for Occupational Safety and Health mostró que las probabilidades de enfermedades cardiovasculares eran mayores cuando los participantes realizaban “siempre” una actividad laboral total (odds ratio [OR]: 1,99), un esfuerzo durante el trabajo (OR: 2,15) o permanecían de pie y caminaban (OR: 1,84), en comparación con los que “nunca” realizaban estas actividades.

Los efectos opuestos de la actividad física en el tiempo libre frente a la actividad física en el trabajo constituyen la hipótesis de la “paradoja de la actividad física”. A partir de 2011, varios estudios de Andreas Holtermann, del National Research Centre for the Working Environment de Dinamarca, respaldan la teoría de la paradoja de la actividad física, al igual que otros estudios posteriores.

Si bien hasta hace unos años solo se consideraba “marginalmente”, recientes estudios de cohortes de gran tamaño parecen confirmar la paradoja, afirmó el Dr. Pier Luigi Temporelli en un editorial reciente.

En entrevistas separadas, Skirbekk y Quinn apuntaron a la paradoja de la actividad física como explicación de sus propios hallazgos recientes, planteando que los mecanismos que subyacen bajo esta probablemente intervienen en los efectos perjudiciales asociados a la actividad física laboral sobre el cerebro y el corazón, e incluso la mortalidad.

“Está bien establecido que la actividad física en el tiempo libre puede ser positiva, pero en el trabajo los resultados son contrarios”, afirmó Skirbekk. “Aún no se conocen lo suficiente los mecanismos específicos por los que la actividad física en el trabajo se asocia a un mayor riesgo de demencia y necesitamos más información. Pero sabemos que una mayor exigencia física laboral se ha relacionado con un menor volumen del hipocampo y un peor rendimiento de la memoria”.

Además, dijo, los individuos que trabajan en empleos con altas exigencias, tanto psicológicas como físicas, combinadas con un bajo control del trabajo obtienen peores resultados en las pruebas cognitivas a una edad más avanzada.

“Nos enfocamos sobre todo en profesiones y oficios en los que la gente tiene mucha carga de trabajo y se tiene mucha menos autonomía, como auxiliares de enfermería, personal de limpieza, cuidadoras de niños y otros trabajadores de atención personal”, listó. “No puedes sentarte. Tienes a alguien que depende de ti. No todo es placer y puede ser muy duro. Ahí es donde encontramos las asociaciones”.

Falta de autonomía

Según Skirbekk, las características específicas asociadas indirectamente con los trabajos de alta actividad física laboral ─escasos estímulos cognitivos, factores relacionados con el estilo de vida e influencias socioeconómicas─, así como los factores directamente relacionados con esta, como las largas jornadas, las tareas repetitivas, los bajos niveles de control y el estrés, también podrían afectar negativamente las trayectorias de las funciones cognitivas.

“Por el contrario, las actividades físicas durante el tiempo libre tienden a tener una duración mucho más corta, están asociadas con la socialización, el juego y las emociones positivas, e incluyen la oportunidad de tomar descansos o cambiar a otro tipo de actividades si se prefiere”, apuntó. “También puede ser que muy poca o demasiada actividad física se relacione negativamente con los resultados cognitivos; de ahí que niveles moderados de actividad, por ejemplo 10.000 pasos al día, sigan siendo probablemente beneficiosos para el funcionamiento cognitivo”.

Según Quinn, la mayor parte del riesgo de enfermedades cardiovasculares relacionado con la actividad física laboral tiene que ver con largos periodos de esfuerzo, como levantar y transportar objetos. Aunque estar de pie y caminar durante todo el día también se vinculen con el riesgo de enfermedades cardiovasculares, no son tan peligrosos como levantar y transportar objetos, acotó.

Al igual que Skirbekk, Quinn señaló que las personas pueden tomarse un descanso de la actividad física en el tiempo libre cuando están cansadas, pero la actividad física laboral no conlleva esa misma autonomía para permitir la recuperación.

“Así que, en muchos casos, los individuos no están obteniendo la recuperación que su cuerpo necesita para experimentar realmente los beneficios de la actividad física, porque esos beneficios se producen durante el descanso”, especificó Quinn.

“Hemos demostrado que la actividad física en el trabajo aumenta las respuestas cardiovasculares agudas que están relacionadas con el riesgo cardiovascular. Por ejemplo, la frecuencia cardiaca y la presión arterial diastólica durante las 24 horas del día y en vigilia, así como la presión arterial diastólica fuera del trabajo, fueron significativamente mayores en los días laborables que en los no laborables”, relató.

Quinn también resaltó que el estrés psicológico en el trabajo amplifica el riesgo. “Es probable que una persona que tiene actividad física en el trabajo y está estresada corra un riesgo mayor que alguien que tiene un trabajo físicamente activo pero no tiene estrés psicológico combinado con él”.

Lagunas en la investigación

Sin embargo, Skirbekk observó que existen estrategias que pueden reducir el riesgo de deterioro cognitivo leve y demencia a pesar de los altos niveles de actividad física laboral. “A menudo es difícil cambiar de profesión u oficio, e incluso si se hace, no afectará inmediatamente a la cognición. Pero es probable que modificar el estilo de vida tenga efectos sobre el desarrollo cognitivo a lo largo del ciclo vital”.

“Muchos médicos dicen que siempre aconsejan cambios en el estilo de vida, pero no pasa nada. No obstante, tiene sentido insistir en que estos cambios ─dejar de fumar, comer bien, dormir bien, etc.─ no solo impactan en el riesgo cardiovascular, sino también en la cognición. Y creo que los médicos también deberían tener en cuenta la ocupación del paciente durante cualquier evaluación”, añadió Skirbekk.

Quinn agregó que no es realista esperar que los trabajadores aporten soluciones a la paradoja de la actividad física, porque muchos no tienen autonomía para poder mitigar su riesgo laboral.

“Creo que los controles administrativos y los cambios de política acabarán siendo las palancas del cambio. Aún no hemos llegado a ese punto, pero son el tipo de cosas que deberíamos hacer cuando intentamos reducir la carga de alguna manera, o reducir el tiempo que la gente pasa haciendo determinadas tareas que sabemos que son potencialmente dañinas”, afirmó.

Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con que la actividad física laboral no confiera los mismos beneficios que la actividad física en el tiempo libre, al menos con respecto al riesgo cardiovascular. Por ejemplo, en el estudio Prospective Urban Rural Epidemiology (PURE), que cuenta con una cohorte de 130.000 personas de 17 países de ingresos altos, medianos y bajos, se llegó a la conclusión de que tanto la actividad física recreativa como la no recreativa se asociaban a un menor riesgo de mortalidad y de enfermedades cardiovasculares.

¿Qué investigaciones adicionales son necesarias para aclarar los efectos de la actividad laboral y de tiempo libre y para abordar los resultados contradictorios?

“Incluso los estudios que se publican ahora sobre los efectos de la actividad física laboral han utilizado principalmente datos más antiguos”, comentó Skirbekk. “Los mercados laborales y las demandas de empleo han cambiado con el tiempo. Ahora se requieren distintos tipos de tareas y cualificaciones que hace 20 o 40 años. Y, por supuesto, trabajar desde casa es un fenómeno reciente que se ha producido a gran escala y podría afectar a las rutinas diarias, los patrones de sueño y también a la cognición. Necesitamos comprender mejor cuáles pueden ser las consecuencias”.

Cuestión de desigualdad en salud

También es necesario investigar más para comprender los determinantes sociales del deterioro cognitivo, los trastornos y la demencia, dijo. “Muchos de los estudios que vemos hoy en día se basan en el autoinforme de lo que alguien ha hecho en el pasado, lo que resulta especialmente problemático en el caso de individuos con deterioro o que conceden entrevistas a otras personas, lo que puede inducir sesgos”.

Quinn planteó que es posible que las guías sobre la actividad física deban diferenciar entre actividad física ocupacional y actividad física en el tiempo libre para reflejar mejor los resultados de las investigaciones actuales.

Mientras tanto, Skirbekk y Quinn señalaron que la repercusión de la actividad física laboral en el cerebro y el organismo de los trabajadores con ingresos más bajos es un problema de equidad en salud importante.

“Nuestras guías nacionales para la actividad física incluyen la actividad laboral”, anotó Quinn. “Pero está claro que muchas personas que están realizando una gran cantidad de actividad física laboral, en particular las minorías socioeconómicas y raciales o étnicas, no se están beneficiando de ella”.

Holtermann, que posiblemente sea quien más ha investigado hasta la fecha sobre la paradoja de la actividad física, señaló en un editorial reciente que la mayoría de los trabajadores con una actividad física laboral considerable tienen una posición socioeconómica baja y, por tanto, “mejorar nuestra comprensión de los mecanismos subyacentes a la paradoja de la actividad física en la salud e identificar nuevos objetivos de intervención en esos mecanismos será un paso importante para reducir las desigualdades socioeconómicas en salud en todo el mundo”.


Fuente: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5911763#vp_1

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