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5 diciembre, 2023

¿Dolor de cabeza después de beber vino tinto? Esta podría ser la razón

Bienvenidos a Factor de Impacto, su dosis semanal de comentarios sobre un nuevo estudio en medicina. Soy el Dr. F. Perry Wilson, de la Yale School of Medicine en New Haven, Estados Unidos.

Robert Louis Stevenson dijo: “El vino es poesía embotellada”. Y creo que funciona bastante bien. He probado vinos sencillos, elegantes y sin pretensiones, como Emily Dickinson, y apasionados y misteriosos, como Pablo Neruda. Y he probado vinos que son más parecidos a un limerick que podrías leer garabateado en la pared del baño de un área de descanso. Esos me dan dolor de cabeza.

Los dolores de cabeza causados por el vino están en mi mente esta semana, no solo por la marea entrante del Beaujolais Nouveau, sino por un nuevo estudio que afirma haber explicado finalmente la relación entre el consumo de vino y los dolores de cabeza, y al parecer no se trata solo del alcohol.

Los dolores de cabeza son frecuentes y los que se producen tras el consumo de alcohol son especialmente frecuentes. Un fenómeno epidemiológico interesante, que aún no se ha explicado de forma adecuada, es por qué el vino tinto se asocia con más dolor de cabeza que otras formas de alcohol. Se han realizado muchos estudios que apuntan a muchos sospechosos, desde los sulfitos hasta los taninos, pasando por diversos compuestos fenólicos, pero ninguno ha proporcionado realmente una explicación concreta de lo que podría estar ocurriendo.

Esta semana se publicó una nueva hipótesis en Scientific Reports. Para entender la idea, primero hay que recordar lo que ocurre cuando se bebe alcohol, desde el punto de vista fisiológico.

La enzima alcohol deshidrogenasa metaboliza el alcohol en el intestino y luego en el hígado. Eso lo convierte en acetaldehído, un metabolito tóxico. En la mayoría de nosotros, la aldehído deshidrogenasa (ALDH) metaboliza rápidamente el acetaldehído en acetato inerte, que puede excretarse sin peligro.

Digo “la mayoría de nosotros” porque algunas poblaciones, sobre todo las de ascendencia asiática oriental, tienen una mutación en el gen ALDH que puede provocar la acumulación de acetaldehído tóxico con el consumo de alcohol, lo que provoca rubefacción, náuseas y dolor de cabeza.

También podemos inhibir la enzima médicamente. Eso es lo que hace el fármaco disulfiram. No impide que quieras beber, sino que hace que las consecuencias de beber sean increíblemente aversivas.

Los investigadores se centraron en la enzima aldehído deshidrogenasa y ejecutaron un estudio de cribado. ¿Existen compuestos en el vino tinto que inhiban de forma natural la aldehído deshidrogenasa?

Los resultados apuntaban directamente a la quercetina, y en particular a su metabolito glucurónido de quercetina, que, a concentraciones de 20 micromolar, inhibía alrededor de 80% de la actividad de la aldehído deshidrogenasa.

La quercetina es un flavonoide, un compuesto que da color a diversas verduras y frutas, entre ellas las uvas. En un tubo de ensayo, es antioxidante, evidencia suficiente para generar una pequeña industria de suplementos de quercetina, pero no hay pruebas convincentes de su utilidad médica. A continuación, los autores examinaron la concentración de glucurónido de quercetina para lograr diversas inhibiciones de la aldehído deshidrogenasa, como puede verse en este gráfico:

Alrededor de 10 micromolar, vemos una cantidad aceptable de inhibición. El disulfiram es unas 10 veces más potente que eso, pero, de nuevo, no se bebe uno tres copas de disulfiram con la cena de Acción de Gracias.

Aquí es donde se detiene este estudio. Desde luego, nos dice muy poco sobre lo que podría estar ocurriendo en el cuerpo humano, para ello, tenemos que hacer la pregunta: ¿Podemos lograr que nuestros niveles de quercetina sean de 10 micromolar? ¿Es eso remotamente alcanzable?

Empecemos por la cantidad de quercetina que contiene el vino tinto. Como todas las cosas en esta bebida, varía, pero hubo un estudio en el que examinaron los vinos australianos y encontraron concentraciones medias de 11 mg/l. El valor más alto que vi se acercaba a los 50 mg/l.

Así que hagamos cuentas. Para simplificar los cálculos, digamos que una persona bebió un litro de vino australiano, ingiriendo 50 mg de glucurónido de quercetina.

¿Qué cantidad llega al torrente sanguíneo? Algunos estudios señalan una biodisponibilidad de menos de 1%, lo que básicamente significa que ninguna y probablemente debería poner a dormir la hipótesis de la quercetina. Pero aquí también hay cierta variación: parece depender de la forma de quercetina que se ingiera.

Supongamos que los 50 mg llegan al torrente sanguíneo. ¿A qué concentración sanguínea daría lugar? Bueno, mantendré la estequiometría en los gráficos y solo diré que si asumimos que el volumen de distribución del compuesto se restringe solo al plasma, entonces se podrían alcanzar concentraciones similares a las que se obtuvieron en placas de Petri durante este estudio.

 

Por supuesto, si la quercetina es realmente la causa del dolor de cabeza provocado por el vino tinto, tengo algunas preguntas: ¿Por qué las reseñas de los suplementos de quercetina en Amazon no están llenas de advertencias de no tomarlos con alcohol? Otros alimentos tienen una concentración de quercetina mucho mayor que el vino, pero no se oye a la gente advertir no tomar cebollas moradas con alcohol, o alcaparras, o arándanos rojos.

Aún queda trabajo por hacer, sobre todo estudios en humanos. Démosle a la gente vino con diferentes cantidades de quercetina y veamos qué pasa. Me apunto. En serio.


Fuente: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5911738?src=#vp_1

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