Medical Health Cluster

24 agosto, 2023

Desentrañando el misterio de la COVID-19 persistente

Tras contraer COVID-19 por segunda vez en julio de 2022, Daniel Lewis sufrió dolores de cabeza persistentes, dolor en el pecho y tuvo una frecuencia cardiaca peligrosamente alta. Recuerda que también estaba tan agotado haciendo el equipaje para una boda familiar que debía descansar cada vez que metía algo en la maleta.

En lugar de asistir a la boda, este analista de datos de 30 años de Washington, D. C., Estados Unidos, acudió a su médico, que le diagnosticó “alguna cosa posviral” y le prescribió reposo. Lewis encontró un nuevo médico, acudió a una clínica de COVID-19 persistente y vio a múltiples especialistas, pero un año después sigue enfermo… y discapacitado. Cumple los criterios oficiales para la COVID-19 persistente (síntomas que duran más de cuatro semanas).

Ahora utiliza una silla de ruedas eléctrica siempre que sale de su apartamento, muy diferente de su vida anterior a COVID-19, cuando entrenaba para una media maratón.

“Algunos médicos han intentado ayudar de verdad. La mayoría no sabe realmente lo que es la COVID-19 persistente y […] como no existe una orientación oficial sobre los pacientes con esta enfermedad, se limitan a cruzar las manos y decir que no hay nada que hacer”. Eso podría estar cambiando, al menos la parte sobre la orientación oficial. Nuevos hallazgos publicados en JAMA indican que estamos cada vez más cerca de desentrañar en qué consiste la COVID-19 persistente y podrían ayudar a perfeccionar la forma de definirla y diagnosticarla.[1] El estudio, publicado en mayo, identificó los 37 síntomas más comunes de COVID-19 persistente, un paso importante hacia una mejor comprensión y tratamiento de la enfermedad, que afecta aproximadamente a 65 millones de personas en todo el mundo.[2]

Aunque el estudio Development of a Definition of Postacute Sequelae of SARS-CoV-2 Infection proporciona una forma de identificar sistemáticamente la afección, los autores dejaron claro que se trata de algo importante, pero que solo es un primer paso.[1] Poner nombre a los síntomas es muy diferente a entender qué los causa y entenderlos es fundamental para desarrollar tratamientos eficaces, afirmó el Dr. Bruce Levy, neumólogo y coautor del estudio, jefe interino de medicina en el Brigham and Women’s Hospital de Boston y profesor de medicina en la Harvard Medical School, ambas en Estados Unidos.

Los investigadores se basaron en los síntomas autoinformados por los 9.764 participantes, todos ellos adultos, que forman parte de la iniciativa en curso Researching COVID to Enhance Recovery (RECOVER), un estudio longitudinal dirigido por National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos. Algunos pacientes padecían COVID-19 desde hacía tiempo cuando se inscribieron en el estudio, otros la presentaron después y muchos nunca la habían padecido o lo desconocían.

En otros estudios, la mayoría de ellos con grupos más pequeños de pacientes, se han examinado biomarcadores, factores de riesgo y síntomas específicos de la COVID-19 persistente.[3,4,5] El Dr. Levy afirmó que es importante disponer de una definición de COVID-19 persistente basada en los síntomas y extraída de una gran cohorte de pacientes que informaron sobre sus experiencias con los síntomas durante las secuelas de la infección. Sin embargo, señaló que dado que los participantes se ofrecieron voluntariamente para el estudio y no fueron elegidos en función de criterios específicos, es posible que no sean representativos de la población más general de pacientes con COVID-19 persistente.

“Necesitamos este tipo de datos: es importante contar con síntomas autoinformados porque está claro que los pacientes saben lo que sienten. Pero es solo una parte del cuadro”, destacó el Dr. Levy.

Asimismo, señaló que la definición de COVID-19 persistente debe afinarse aún más mediante la investigación en curso, que incluye evaluaciones objetivas de los hallazgos clínicos, pruebas de laboratorio, diagnóstico por imagen y biomarcadores.

Un hallazgo notable del estudio publicado en JAMA consiste en que determinados síntomas tienden a aparecer agrupados. Los bioestadísticos y analistas que procesaron los datos identificaron cuatro subgrupos de síntomas muy comunes que aparecían juntos en más de 80% de los pacientes con COVID-19 persistente, a saber:

  • Pérdida o cambios en el olfato y el gusto.
  • Malestar y fatiga después de un esfuerzo.
  • Niebla cerebral, malestar y fatiga después del ejercicio.
  • Fatiga, malestar después del ejercicio, mareos, niebla cerebral, problemas digestivos y palpitaciones.

Muchos síntomas también están asociados a afecciones subyacentes no relacionadas con la COVID-19 persistente, lo que hace que un diagnóstico preciso sea todo un reto.

“Solo el hecho de que se conformaran cuatro grupos parece indicar que detrás de todo esto no hay una única patología unificadora”, afirmó el Dr. Levy, subrayando que los médicos necesitan comprender qué causa los síntomas para poder tratar adecuadamente a los pacientes.

Señaló que dos de los posibles mecanismos impulsores de la enfermedad son la persistencia del virus y una inflamación prolongada que tarda en resolverse. Para los pacientes que experimentan una inflamación después de la desaparición del virus lo más apropiado sería un tratamiento antiinflamatorio.

Pero si tienen un virus persistente “hay que tratarlos con un antibiótico antiviral y no calmar la respuesta inflamatoria antiviral del organismo. Así pues, la forma de tratar las dos posibles causas subyacentes de la COVID-19 persistente podría ser casi diametralmente opuesta; de ahí parte de la importancia de averiguar la causa subyacente de esos síntomas, no solo de identificarlos en sí”, puntualizó.

Según los expertos se necesitan más estudios para determinar si la COVID-19 persistente es un síndrome o está relacionada con un proceso patológico singular.

Esto coincide con la impresión del Dr. Harlan Krumholz, investigador de COVID-19 desde hace mucho tiempo y profesor de medicina (cardiología) Harold H. Hines Jr. de la Yale School of Medicine.

El médico indicó que le preocupa que algunos profesionales clínicos puedan utilizar los hallazgos publicados en JAMA para descartar a pacientes cuyos síntomas cumplan los criterios del sistema de puntuación desarrollado para el estudio.

“Es importante que las personas que lean este artículo sepan que se trata de un estudio preliminar”, afirmó el Dr. Krumholz, investigador principal de otro estudio centrado en los pacientes y diseñado para comprender la COVID-19 persistente: Yale Listen to Immune, Symptom, and Treatment Experiences Now (LISTEN). “Es una enfermedad que aún no comprendemos”.

El especialista afirmó que ha perdido la cuenta del número de pacientes que conoce, que como Daniel Lewis, están enfermos y son incapaces de obtener respuestas. “Existe una intensa sensación de inadecuación en el lado clínico y en el de la investigación. Todos los días la gente me pregunta: ‘¿Existen estrategias basadas en evidencia científica?’ Y hasta ahora tengo que decir, cada día: ‘No’. Odio decirlo, pero es como si cada paciente fuera por su cuenta. Están probando cosas diferentes porque no pueden esperar. Es imperativo ayudarles”.

A finales de julio National Institutes of Health inició ensayos clínicos de fase 2 para evaluar al menos cuatro nuevos tratamientos para la COVID-19 persistente, todos parte de la iniciativa RECOVER. Para entonces Lewis, que cree que su encefalomielitis miálgica o síndrome de fatiga crónica fue desencadenada por el virus, había hecho planes para probar un tratamiento alternativo y experimental.

“Mi esperanza es que me cure. Me entusiasma ese tipo de tratamiento inmunológico de infusión dura”, señaló.

En cuanto al estudio publicado en JAMA, no se permitió entusiasmarse cuando se publicó, en función de su experiencia como analista de datos y paciente con COVID-19 desde hace mucho tiempo.

“No creo que vaya a hacer un cambio notable todavía. Es el primer estudio y no deberíamos esperar mucho de los primeros datos que se obtengan de este. Si dan seguimiento a esa cohorte y profundizan más, van a encontrar cosas interesantes que conducirán a tratamientos”, finalizó.


Fuente: https://espanol.medscape.com/verarticulo/5911313?icd=login_success_gg_match_norm&isSocialFTC=true#vp_1

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *