Medical Health Cluster

20 abril, 2023

Prevalencia y características asociadas a la afección post COVID-19 entre adolescentes y adultos jóvenes no hospitalizados

Puntos clave

Pregunta ¿Cuál es la prevalencia y los factores de riesgo asociados de la afección post-CoV-19 (PCC) en jóvenes tras una infección aguda leve?

Hallazgos Este estudio de cohortes incluyó 382 individuos con SARS-CoV-2 positivo y un grupo de control de 85 individuos con SARS-CoV-2 negativo con edades comprendidas entre los 12 y los 25 años, que fueron evaluados en la fase de convalecencia precoz y a los 6 meses de seguimiento. Al aplicar la definición de caso de PCC de la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia a los 6 meses fue del 49%, pero también fue comparativamente alta (47%) en el grupo de control. La PCC no se asoció a marcadores biológicos específicos de la infección viral, sino a la gravedad inicial de los síntomas y a factores psicosociales.

Significado Estos hallazgos sugieren que los síntomas persistentes en este grupo de edad están relacionados con factores distintos de la infección por SRAS-CoV-2 y, por lo tanto, cuestionan la utilidad de la definición de caso de PCC de la OMS.

Resumen

Importancia La prevalencia y los factores de riesgo basales de la afección posterior a COVID-19 (PCC) siguen sin resolverse entre el gran número de jóvenes que padecieron COVID-19 leve.

Objetivos Determinar la prevalencia puntual de la PCC 6 meses después de la infección aguda, determinar el riesgo de desarrollo de PCC ajustado por posibles factores de confusión, y explorar una amplia gama de posibles factores de riesgo.

Diseño, entorno y participantes Este estudio de cohortes incluyó a individuos no hospitalizados de 2 condados de Noruega con edades comprendidas entre los 12 y los 25 años que se sometieron a pruebas de reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa (RT-PCR). En la fase de convalecencia temprana y a los 6 meses de seguimiento, los participantes se sometieron a un examen clínico; pruebas funcionales pulmonares, cardiacas y cognitivas; análisis de biomarcadores inmunológicos y de lesiones orgánicas; y cumplimentación de un cuestionario. Los participantes fueron clasificados según la definición de caso de PCC de la Organización Mundial de la Salud durante el seguimiento. Se realizaron análisis de asociación de 78 factores de riesgo potenciales.

Exposiciones Infección por SARS-CoV-2.

Resultados y medidas principales Prevalencia puntual de la PCC 6 meses después de la prueba RT-PCR en los grupos SARS-CoV-2 positivo y SARS-CoV-2 negativo, y diferencia de riesgo con los correspondientes IC del 95%.

Resultados Se inscribió a un total de 404 individuos que dieron positivo para el SARS-CoV-2 y 105 individuos que dieron negativo (194 varones [38,1%]; 102 de etnia no europea [20,0%]). Se perdió el seguimiento de un total de 22 de los individuos con resultado positivo al SRAG-CoV-2 y de 4 de los individuos con resultado negativo al SRAG-CoV-2, y se excluyeron 16 individuos con resultado negativo al SRAG-CoV-2 debido a infección por SRAG-CoV-2 en el periodo de observación. Por lo tanto, se pudo evaluar a 382 participantes positivos para el SARS-CoV-2 (media [DE] de edad, 18,0 [3,7] años; 152 varones [39,8%]) y 85 participantes negativos para el SARS-CoV-2 (media [DE] de edad, 17,7 [3,2] años; 31 varones [36,5%]). La prevalencia puntual de PCC a los 6 meses fue del 48,5% en el grupo positivo al SRAG-CoV-2 y del 47,1% en el grupo control (diferencia de riesgo, 1,5%; IC del 95%, -10,2% a 13,1%). La positividad al SARS-CoV-2 no se asoció con el desarrollo de PCC (riesgo relativo [RR], 1,06; IC del 95%, 0,83 a 1,37; modelo multivariable final utilizando regresión de Poisson modificada). El principal factor de riesgo del CCP fue la gravedad de los síntomas al inicio del estudio (RR, 1,41; IC del 95%, 1,27-1,56). La baja actividad física (RR, 0,96; IC 95%, 0,92-1,00) y la soledad (RR, 1,01; IC 95%, 1,00-1,02) también se asociaron, mientras que los marcadores biológicos no lo hicieron. La gravedad de los síntomas se correlacionó con los rasgos de personalidad.

Conclusiones y relevancia Los síntomas persistentes y la discapacidad que caracterizan a la PCC se asocian a factores distintos de la infección por SARS-CoV-2, incluidos factores psicosociales. Este hallazgo plantea interrogantes sobre la utilidad de la definición de caso de la Organización Mundial de la Salud y tiene implicaciones para la planificación de los servicios de atención sanitaria, así como para futuras investigaciones sobre la PCC.

Introducción

La afección post-CoV-19 (PCC) se caracteriza por la persistencia de síntomas como la fatiga, la disnea y lo que comúnmente se denomina “niebla cerebral” que se producen 3 meses o más después de la infección por SARS-CoV-2.1 La prevalencia sigue siendo incierta, ya que una revisión de los síntomas de PCC en niños y adolescentes informó de tasas de fatiga entre el 3% y el 87%, mientras que un metaanálisis informó de que el intervalo de confianza de la prevalencia de la fatiga era del 32% al 62%.2,3

Cuando surgen secuelas tras una infección aguda leve, un subgrupo de casos podría encajar en la etiqueta de síndrome de fatiga postinfecciosa (SFPI), en el que los síntomas persistentes y la discapacidad acompañan a los escasos hallazgos en el examen clínico estándar.4-7 En las secuelas de una amplia gama de enfermedades infecciosas, como la mononucleosis, la fiebre Q y la giardiasis, múltiples estudios prospectivos de cohortes informan de que entre el 10% y el 15% de los pacientes experimentan una discapacidad de moderada a grave que cumple los criterios diagnósticos del SFPI, en consonancia con los estudios actuales del CCP.6-12

Los mecanismos subyacentes de la PCC, así como del PIFS, siguen siendo imprecisos. En el caso del PIFS, las explicaciones sugeridas van desde la inflamación de bajo grado hasta las alteraciones funcionales de la percepción cerebral de los estados corporales causadas en parte por factores psicosociales.13,14 La mayoría de los estudios sobre el PCC se han centrado en factores específicos de la infección (lo que pueden considerarse factores directos), como aberraciones inmunológicas, y se han propuesto otros posibles mecanismos: daño orgánico, endoteliopatía, reservorios víricos persistentes e inflamación autoinmune.6,15-19 Sin embargo, también se han sugerido factores estresantes indirectos e inespecíficos durante la pandemia, como el miedo a la transmisión vírica, el bloqueo social y padres que experimentan PCC.6,20-24

Los estudios del SFIP se han beneficiado de una definición internacional de caso25 que se centra en el síntoma de fatiga, que debe ser persistente desde el inicio del evento infeccioso agudo, afectar gravemente a las actividades diarias y no estar causado por ninguna otra afección; los individuos diagnosticados deben experimentar al menos 4 de 8 síntomas adicionales (como dolor de cabeza y problemas de concentración o memoria). Por el contrario, la definición amplia de caso de PCC establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) abarca cualquier síntoma que se produzca tras la COVID-19 aguda, no requiere la persistencia de los síntomas desde el evento infeccioso y no estipula una discapacidad significativa.1

Los estudios prospectivos de pacientes no hospitalizados con COVID-19 con participantes de control contemporáneos, negativos para anticuerpos contra el SARS-CoV-2, son escasos en grupos de edad más jóvenes.4,6,26 Hasta donde sabemos, ningún informe previo ha proporcionado estimaciones de prevalencia para el CCP basadas en una evaluación rigurosa de la casuística, incluida la evaluación de diagnósticos médicos y psiquiátricos alternativos. Además, pocos estudios han investigado tanto los factores directos específicos de la enfermedad, como los marcadores de activación inmunológica, como los factores estresantes generales indirectos.11,19,27,28 Por lo tanto, los objetivos de este estudio de cohortes prospectivo y controlado de adolescentes y adultos jóvenes no hospitalizados eran tres: (1) determinar la prevalencia puntual de CPC en el grupo positivo al SRAG-CoV-2 según las definiciones de la OMS y la PIFS 6 meses después de la COVID-19 aguda, aplicando también como medida de control las definiciones de caso al grupo negativo al SRAG-CoV-2; (2) determinar el riesgo de desarrollo de CPC 6 meses después de la COVID-19 aguda, ajustado para posibles factores de confusión; y (3) explorar una amplia gama de posibles factores de riesgo de CPC.

Métodos

El presente trabajo sigue las directrices de notificación de Strengthening the Reporting of Observational Studies in Epidemiology (STROBE). El proyecto fue aprobado por el Comité Regional de Ética en la Investigación Médica y se le concedió una exención de confidencialidad limitada que nos permitió acercarnos a los individuos elegibles para el reclutamiento por mensaje de texto. Se obtuvo el consentimiento informado por escrito, tal como exige la Ley noruega de investigación sanitaria.

Diseño del estudio

Se trató de un estudio de cohortes prospectivo de adolescentes y adultos jóvenes que dieron positivo y negativo en las pruebas de detección del SRAS-CoV-2 y que no fueron hospitalizados, con seguimiento 6 y 12 meses después de la inclusión (identificador de ClinicalTrials.gov: NCT04686734) (Figura; eMethods en el Suplemento 1). Los datos basales seleccionados se han publicado en otra parte.29 Los datos del seguimiento a los 12 meses no se presentan en el presente informe.

Participantes

Desde el 24 de diciembre de 2020 hasta el 18 de mayo de 2021, se reclutaron individuos consecutivos de entre 12 y 25 años de edad que se sometieron a pruebas de SARS-CoV-2 en 2 laboratorios microbiológicos acreditados del sureste de Noruega (Laboratorios Médicos Fürst y el Departamento de Microbiología y Control de Infecciones del Hospital Universitario Akershus). La variante B.1.1.7 (Alfa) del SARS-CoV-2 fue dominante en la zona geográfica durante la mayor parte del periodo de reclutamiento. Los individuos con infección por SARS-CoV-2 confirmada por laboratorio (detectada mediante hisopos del tracto respiratorio superior seguidos de una reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa [RT-PCR]) fueron elegibles para el reclutamiento tras completar 10 días de cuarentena (grupo SARS-CoV-2-positivo). Se reclutaron como controles (grupo SRAS-CoV-2-negativo) personas con aproximadamente la misma distribución de sexo y edad que los casos infectados por SRAS-CoV-2, pero con una prueba de SRAS-CoV-2 negativa. Algunas personas del grupo de pacientes con SARS-CoV-2 negativo se habían sometido a la prueba debido a síntomas infecciosos agudos, mientras que otras eran contactos íntimos asintomáticos. Los criterios de exclusión al inicio del estudio fueron tener más de 28 días desde el inicio de los síntomas o desde la prueba del SARS-CoV-2, hospitalización por COVID-19, embarazo y tener pruebas serológicas de infección previa por COVID-19 (en el grupo de SARS-CoV-2 negativo). Además, se excluyó de los análisis de los 6 meses a los individuos seronegativos al SARS-CoV-2 con indicios de infección por SARS-COV-2 en el seguimiento (COVID-19 aguda en el periodo de observación o presencia de anticuerpos antinucleocápside en el seguimiento).

Programa de evaluación y examen clínico

En el momento de la inclusión y del seguimiento, los participantes asistieron a un programa de investigación de 1 día de duración en nuestro centro de estudio del Hospital Universitario de Akershus, Noruega, que incluía una entrevista clínica y un examen físico completo, el registro de las constantes vitales, pruebas funcionales, toma de muestras de sangre y cumplimentación de cuestionarios (eMétodos en el Suplemento 1).

Pruebas funcionales

La capacidad vital forzada y el volumen espiratorio forzado en 1 segundo se midieron mediante espirometría estándar. Se utilizó un registro de electrocardiograma en posición supina de 5 minutos para calcular los índices de variabilidad de la frecuencia cardiaca, incluida la potencia en el rango de alta frecuencia (un marcador de la actividad parasimpática) y baja frecuencia (un marcador de la actividad simpática y parasimpática combinada) (eMétodos en el Suplemento 1). Las pruebas de función cognitiva incluyeron la prueba de amplitud de dígitos de la memoria de trabajo y pruebas de aprendizaje verbal, recuerdo y reconocimiento.

Muestras de sangre y pruebas de laboratorio

Las muestras se obtuvieron por punción venosa antecubital. Los marcadores inmunitarios analizados en plasma incluían la proteína C reactiva; el factor de crecimiento/diferenciación 15; el complejo terminal del complemento; la expresión y secreción regulada por activación de células T; la proteína quimiotáctica de monocitos; la proteína inducible por interferón; las inmunoglobulinas G, M y A; interleucinas 1β, 2, 4, 7, 8, 9, 12p70, 13 y 17a; factor de necrosis tumoral α; interferón-γ; eotaxina-1; proteínas inflamatorias de macrófagos 1α y 1β; factor estimulante de colonias de granulocitos-macrófagos; factor 2 de crecimiento de fibroglastos básicos; y C3bc (un producto de activación del complemento 3).

Se analizaron en suero los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 (antinucleocápside y dominio de unión antirreceptor), así como contra el virus de Epstein-Barr (VEB) para documentar la infección reciente o previa con estos patógenos. Se analizaron en suero la cadena ligera de neurofilamentos (NfL) y la proteína ácida fibrilar glial, que proporcionan marcadores de daño axonal cerebral y activación astrocítica, respectivamente. Se realizaron análisis sanguíneos rutinarios de hematología y bioquímica (incluidos el dímero D y los marcadores cardíacos troponina T y prohormona N-terminal del péptido natriurético cerebral).

Cuestionarios

En un cuestionario compuesto se registraron las comorbilidades, los antecedentes familiares de la enfermedad, la medicación actual, los hábitos tabáquicos, el abuso de sustancias, la actividad física, la ocupación de los padres y los antecedentes de COVID-19. La ocupación de los padres se utilizó como indicador del estatus socioeconómico.

Se registraron los síntomas clínicos de fatiga, malestar postexercional, problemas de sueño, dolor, ansiedad, depresión y afecto negativo mediante inventarios validados. Se incorporó un inventario de síntomas diseñado específicamente para la investigación del PIFS; se calcularon las puntuaciones totales de los síntomas cognitivos, respiratorios y autonómicos, respectivamente.

Los rasgos psicológicos de neuroticismo, conciencia emocional, tendencias a la preocupación y vigilancia corporal se registraron mediante inventarios validados, al igual que la calidad de vida y las variables sociales soledad y acontecimientos vitales significativos. La información sobre vacunación se obtuvo a través del Registro Noruego de Vacunación.

Evaluación de la casuística

Se operacionalizó la aplicación de la definición de PCC de la OMS y la definición de caso para PIFS a los 6 meses, y todos los participantes fueron clasificados como casos o no casos según ambas definiciones. Se hizo una distinción entre clasificación segura e incierta basada en una evaluación detallada de otras afecciones (p. ej., comorbilidad médica o psiquiátrica) que pudieran explicar los síntomas. Esta evaluación fue realizada de forma independiente por 2 investigadores que no conocían el estado inicial respecto al SARS-CoV-2.

Hipótesis de los factores de riesgo

Se analizó la bibliografía científica sobre la PCC, así como la PIFS, para identificar posibles factores de riesgo basales de la casuística a los 6 meses. Se identificaron un total de 78 variables, agrupadas como: Estatus SARS-CoV-2 (positivo vs negativo), antecedentes y factores constitucionales (sexo, edad, índice de masa corporal, etnia, trastornos crónicos), características del periodo de observación (vacunaciones, duración desde el inicio hasta el seguimiento), pruebas de función orgánica y biomarcadores, marcadores inmunológicos, marcadores autonómicos, pruebas de función cognitiva, síntomas clínicos, rasgos psicológicos y marcadores sociales y conductuales. Se planteó la hipótesis de que el estado de SARS-CoV-2 era el principal factor de riesgo de PCC, así como de PIFS. Los antecedentes, los factores constitucionales y las características del periodo de observación se consideraron factores de confusión potenciales. Se asumió que las variables restantes eran variables mediadoras relacionadas con la fisiopatología del COVID-19 o variables independientes.

Análisis estadísticos

La PCC y la PIFS a los 6 meses se definieron como resultados primario y secundario, respectivamente. El estudio tenía una potencia de aproximadamente el 80% para detectar un riesgo relativo (RR) de 1,5.

Los datos de prevalencia se presentan por separado en los grupos SARS-CoV-2 positivo y SARS-CoV-2 negativo, y se calcula la diferencia de riesgo. Para los análisis de los factores de riesgo, se realizaron análisis bivariados entre las 2 variables de resultado y cada factor de riesgo hipotético mediante modelos lineales generalizados utilizando un enfoque de Poisson modificado (log-link y varianzas de error robustas). La reducción de la dimensionalidad se realizó mediante análisis de componentes principales (ACP). Se incluyeron en un modelo multivariable el estado de SARS-CoV-2, los factores constitucionales y de antecedentes, las características del periodo de observación y todas las demás variables con una p no ajustada < 0,25; a continuación, se eliminaron variables y, finalmente, se volvieron a insertar de 1 en 1 en función de su influencia en la bondad de ajuste general con el fin de encontrar el modelo más parsimonioso.

Como análisis de sensibilidad, se realizaron procedimientos analíticos idénticos en 2 conjuntos de datos diferentes: 1 con imputación de puntos de datos que faltaban con valores medios o medianos, y 1 con exclusión de participantes con clasificación de casuística incierta, vacunación antes de la inscripción o menos de 5 días antes de la cita de seguimiento, o evidencia de infección reciente por VEB en el momento de la inscripción o durante el periodo de observación. Se realizó un análisis de sensibilidad adicional del modelo multivariable final en el que se eliminaron los individuos del grupo SRAS-CoV-2 negativo con síntomas iniciales que sugerían una infección aguda junto con las exclusiones enumeradas anteriormente. P < 0,05 se consideró estadísticamente significativo en pruebas de 2 caras. Todos los análisis estadísticos se realizaron en SPSS versión 28.0 (SPSS Inc).

Resultados

Se realizaron un total de 151 110 pruebas de RT-PCR del SRAS-CoV-2 en la población de base durante el periodo de reclutamiento (figura). Un total de 5 912 individuos (3,9%) resultaron seropositivos al SRAG-CoV-2, de los cuales 2 251 (1 136 varones [50,5%]) fueron invitados a participar en el estudio. De este grupo se inscribieron 404 (edad media [DE], 18,1 [3,7] años; 157 varones [38,9%]) (Tabla 1; eTabla 1 en el Suplemento 1). Entre los individuos del grupo de control negativo al SRAG-CoV-2, se invitó a un total de 484 (330 varones [68,2%]), mientras que se inscribieron 105 (media [DE] de edad, 17,6 [3,3] años; 37 varones [35,2%]), y su estado negativo se confirmó por la ausencia de anticuerpos antinucleocápside al inicio del estudio. La muestra invitada tenía una distribución de sexo y edad similar a la de la población de referencia; sin embargo, dentro de la muestra inscrita, el grupo de 18 a 25 años tenía un número desproporcionadamente mayor de participantes de sexo femenino (eTabla 2 en el Suplemento 1). El grupo seropositivo al SRAG-CoV-2 tenía una mayor proporción de individuos de etnia no europea que el grupo negativo al SRAG-CoV-2; por lo demás, los 2 grupos eran comparables (Tabla 1).

Un total de 22 individuos (5,4%) en el grupo SARS-CoV-2-positivo y 4 (3,8%) en el grupo SARS-CoV-2-negativo se perdieron durante el seguimiento (Figura; eTabla 3 en el Suplemento 1). Además, se excluyeron 16 individuos del grupo SRAS-CoV-2 negativo en el seguimiento debido a la evidencia de infección por SRAS-CoV-2, lo que dejó 382 en el grupo SRAS-CoV-2 positivo y 85 en el grupo SRAS-CoV-2 negativo para la evaluación a los 6 meses (Figura). El grupo positivo al SRAG-CoV-2 había recibido menos dosis de inmunización en el periodo de observación; por lo demás, los 2 grupos seguían siendo comparables (Tabla 1). Los puntos de datos perdidos para las variables independientes se distribuyeron aleatoriamente y la mediana (IQR) de valores perdidos por variable fue del 3,4% (3,3%-3,4%; rango, 0%-14,3%), mientras que 160 individuos (34,2%) tenían valores perdidos para al menos 1 variable (eTabla 4 en el Suplemento 1). Además, faltaban datos del cuestionario a los 6 meses en 3 individuos del grupo positivo al SRAG-CoV-2, por lo que se excluyeron de los análisis de prevalencia y regresión. Un total de 10 individuos (2,7%) del grupo SARS-CoV-2 positivo y 3 individuos (3,6%) del grupo SARS-CoV-2 negativo tenían un patrón serológico que sugería una infección reciente por VEB antes de la inscripción o durante el periodo de observación (Tablas 5 y 6 del Suplemento 1).

A los 6 meses de seguimiento, 184 de 379 individuos del grupo SRAG-CoV-2 positivo y 40 de 85 individuos del grupo SRAG-CoV-2 negativo se clasificaron como pacientes con CCP (eFigura 1, eTabla 7 del Suplemento 1), lo que corresponde respectivamente a prevalencias puntuales casi idénticas del 48,5% (IC del 95%, 43,6% a 53,6%) y 47,1% (IC del 95%, 36,8% a 57,6%), para una diferencia de riesgo del 1,5% (IC del 95%, -10,2% a 13,1%). Para la PIFS, 53 individuos en el grupo de SARS-CoV-2 positivo y 7 individuos en el grupo de SARS-COV-2 negativo cumplieron los criterios (eFigure 2 en Suplemento 1), correspondiendo respectivamente a una prevalencia puntual de 14,0% (IC 95%, 10,8% a 17,9%) y 8,2% (IC 95%, 3,8% a 16,3%), para una diferencia de riesgo de 5,7% (IC 95%, -2,0% a 12,0%). Para la mayoría de los síntomas individuales, los intervalos de confianza de la prevalencia se solaparon entre los grupos; sin embargo, algunas dimensiones de la fatiga y los síntomas otorrinolaringológicos fueron más frecuentes en el grupo positivo para el SRAG-CoV-2 (eTabla 12 en el Suplemento 1).

El estado de SARS-CoV-2 no se asoció ni con el PCC ni con el PIFS a los 6 meses (Tabla 2). El ACP de los síntomas clínicos y los rasgos psicológicos extrajo 1 componente principal de cada uno de estos 2 grupos de variables (eTablas 13 a 15 en el Suplemento 1). Estos componentes, que representan la gravedad de los síntomas y la inadaptación emocional, estaban fuertemente asociados tanto con el PCC como con el PIFS en los análisis de regresión bivariante (eTabla 16 en el Suplemento 1). Otros factores de riesgo notables al inicio del estudio para ambos trastornos fueron el sexo femenino, el bajo nivel de actividad física autodeclarado antes de la infección, la soledad y los acontecimientos vitales negativos durante el año anterior. La mayoría de los marcadores biológicos no se asociaron con las variables de resultado (eTabla 16 en el Suplemento 1).

En el modelo multivariable final, el componente de gravedad de los síntomas siguió siendo el principal factor de riesgo, tanto para el PCC (RR, 1,41; IC 95%, 1,27 a 1,56), como para el PIFS (RR, 3,37; IC 95%, 2,72 a 4,20) (Tabla 2). Además, la soledad y los bajos niveles de actividad física se asociaron con la PCC. El componente de gravedad de los síntomas se correlacionó con el componente de inadaptación emocional y con el sexo femenino, lo que explica por qué las 2 últimas variables no se asociaron con el resultado en el modelado multivariable (eFigure 3 en el Suplemento 1). Los análisis de sensibilidad arrojaron resultados comparables para las estimaciones de prevalencia, los análisis de regresión bivariable y los modelos multivariables (eTablas 8 a 11 y eTablas 17 a 21 en el Suplemento 1).

Discusión

Los principales resultados del presente estudio fueron: (1) la prevalencia de PCC 6 meses después de la COVID-19 aguda fue de aproximadamente el 50%, pero fue igualmente alta en un grupo de control de individuos comparables SARS-CoV-2 negativos; (2) la COVID-19 aguda no fue un factor de riesgo independiente para PCC; (3) la gravedad de los síntomas clínicos al inicio, independientemente del estado SARS-CoV-2, fue el principal factor de riesgo de síntomas persistentes 6 meses después.

Los datos de prevalencia de síntomas concuerdan con otros estudios controlados de jóvenes después de COVID-19 aguda que informan de una alta carga de síntomas, con sólo sutiles diferencias entre los individuos que dan positivo y negativo para SARS-CoV-2.3,26,31-33 De forma correspondiente, un gran estudio basado en la población no encontró asociaciones entre la mayoría de los síntomas persistentes atribuidos a COVID-19 y las pruebas serológicas de infección por SARS-CoV-2.34

Por lo tanto, la COVID-19 aguda leve per se no parece ser la causa principal de la mayoría de los síntomas persistentes en este grupo de edad. Más bien, otros 2 fenómenos podrían estar afectando a estos resultados: en primer lugar, los síntomas asociados a la PCC son comunes en la población general. Por ejemplo, se informó de que la prevalencia puntual de la fatiga era del 34% al 38% entre los adolescentes británicos,35 con tasas elevadas similares para síntomas como la disnea y los problemas de memoria.36 En segundo lugar, varios estudios han documentado un aumento significativo de la angustia mental en la población general durante la pandemia,37 que afecta especialmente a los jóvenes,38,39 que a su vez puede afectar a los síntomas físicos.22,27 Por lo tanto, los factores de estrés inespecíficos exclusivos de la pandemia o que aumentaron durante la misma, y que afectaron de forma similar tanto a los individuos seropositivos al SRAS-CoV-2 como a los seronegativos al SRAS-CoV-2, pueden ser importantes para la persistencia de los síntomas y la discapacidad asociada. Esta posibilidad debe tenerse en cuenta cuando se apliquen contramedidas sociales contra los brotes de infección, como los cierres patronales.

La asociación de la gravedad de los síntomas iniciales con la persistencia de los síntomas se hace eco de hallazgos previos de estudios tanto de PCC como de PIFS,6,9,10,40,41 así como de estudios generales de síntomas clínicos.35 De particular relevancia, Wessely et al42 informaron de que las infecciones agudas leves comunes en la práctica general no se asociaban con PIFS, mientras que la fatiga y el malestar psicosocial previos a la presentación de una infección clínica estaban fuertemente asociados. En el presente estudio, la gravedad de los síntomas clínicos iniciales se asoció con el sexo femenino y los rasgos psicológicos. Estas asociaciones podrían ser importantes para la comprensión de los síntomas persistentes en general, y merecen atención en futuros estudios.

A diferencia de informes anteriores sobre el CCP y el PIFS,10,11,19,43 ningún marcador inmunitario se asoció con la persistencia de los síntomas en el presente estudio. Esto puede considerarse una consecuencia lógica de la ausencia de asociación entre los resultados y el estado de SARS-CoV-2. Las concentraciones inalteradas de marcadores de lesión del sistema nervioso central en sangre en el grupo PCC hablan en contra de la lesión neuronal en curso y la activación astrocítica.

La prevalencia de PIFS en el presente estudio fue comparable con las observaciones de estudios de secuelas tras otras infecciones,8-10,44,45 y también arrojó una tendencia no significativa hacia una mayor prevalencia en el grupo positivo al SRAG-CoV-2. Además, ciertas dimensiones de la fatiga (p. ej., el malestar postesfuerzo) fueron más frecuentes en el grupo de pacientes con SRAG-CoV-2 positivo. Estas observaciones sugieren que podría ser útil un análisis más detallado del fenómeno de la fatiga tras la COVID-19.

Puntos fuertes y limitaciones

Entre los puntos fuertes de este estudio se incluyen las rigurosas definiciones de los casos y las herramientas de evaluación, la evaluación exhaustiva de los factores de riesgo, un grupo de control bien definido y una baja tasa de abandono. Sin embargo, hubo varias limitaciones. El bajo número de individuos en el grupo de control redujo la potencia estadística. Para el análisis de sensibilidad, optamos por utilizar un método rudimentario de imputación de la media y la mediana, en lugar de la imputación múltiple. Dada la escasez de omisiones por variable, creemos que es poco probable que un método de imputación más complejo altere apreciablemente el resultado. En cuanto a la validez interna, una corrección para los síntomas pre-COVID-19 podría disminuir la prevalencia estimada.46 Una limitación a la validez externa, compartida con estudios similares en individuos no hospitalizados, es que nuestro estudio era propenso al sesgo de autoselección. No podemos descartar que nuestra muestra estuviera sesgada con respecto a lo que hemos descrito como estresores indirectos, es decir, que los individuos que eligieron inscribirse en el grupo de control tuvieran más síntomas que la población de base. Además, no está claro hasta qué punto los resultados del presente estudio son aplicables a las personas con COVID-19 aguda más grave, ya que los síntomas persistentes parecen ser más comunes y se ha descubierto que están asociados a otros factores de riesgo en pacientes hospitalizados.47-49 Asimismo, el presente estudio incluyó sólo a personas jóvenes, la gran mayoría infectadas con la variante Alfa del SARS-CoV-2, por lo que la generalizabilidad a grupos de mayor edad y a otras variantes virales es incierta. Dada la posible importancia de los factores externos que influyen en la persistencia de los síntomas, los estudios realizados en contextos culturales diferentes podrían arrojar resultados distintos. Por último, aunque el presente estudio no mostró ninguna asociación entre el SARS-CoV-2 y la definición de caso de la OMS de PCC, el SARS-CoV-2 puede seguir siendo un factor de riesgo para otras entidades diagnósticas.

Conclusiones

La prevalencia puntual a los 6 meses de la PCC fue similar en individuos infectados y no infectados, lo que cuestiona la utilidad de la definición de caso de la OMS. La gravedad de los síntomas al inicio del estudio fue el principal factor de riesgo, y se correlacionó con los rasgos de personalidad. La baja actividad física y la soledad también se asociaron con el resultado. Estos resultados sugieren que los factores a menudo etiquetados como psicosociales deberían considerarse factores de riesgo de síntomas persistentes. Esto no implica que el CCP esté “todo en la mente” o que la enfermedad tenga una etiología psicológica homogénea. Más bien, podría haber factores biológicos, psicológicos y sociales heterogéneos implicados en el desencadenamiento y el mantenimiento de los síntomas del individuo.50 Sin embargo, los resultados sí sugieren que las intervenciones no farmacológicas pueden ser beneficiosas y deberían investigarse en futuros estudios, en línea con las experiencias de PIFS tras otras infecciones.51


Fuente: https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2802893

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